2 de mayo de 2016

Open Access, hábitos de publicación y evaluaciones

Ha tenido lugar el Academic Communication Journals de este año, con una sesión plenaria de mañana y dos sesiones paralelas de tarde. A continuación algo de lo que he aprendido sobre Open Access, nuestros hábitos de publicación en el campo de la Comunicación y sobre las evaluaciones de la ciencia. Intervienen aquí mis preocupaciones, manías y preferencias, y por tanto, está claro que hay un sesgo personal. En todo caso, ahora las presento en forma resumida y luego las desarrollo:
  1. Open Access: suele estar lleno de malentendidos
  2. Hábitos de publicación de autores y editores en el ámbito de la Comunicación en España: lo hacemos (casi) todo mal.
  3. Evaluación de la ciencia: al alcance de la mano apretando un botón; no hace falta crujir a informes a los investigadores.
1. Open Access

Tuvimos una excelente ponencia sobre Open Access a cargo de uno de nuestros mejores expertos en el tema, el Dr. Ernest Abadal, de la Universidad de Barcelona. Su presentación fue impecable: útil, inteligente y directa, centrada además en las revistas académicas de Comunicación. Por si fuera poco, nos proporcionó orientaciones estratégicas vinculadas con las directrices de la UE. Así que la próxima vez que el Dr. Abadal imparta una conferencia, no se la pierda. Entonces, ¿porqué digo que está lleno de malentendidos? Muy sencillo. Por los debates y comentarios (de pasillo) que sigue después es fácil detectar un déficit de comprensión en este tema. Lo voy a intentar representar a partir del juego de las afirmaciones que solamente pueden ser VERDADERAS o FALSAS. Veamos tres de estas sobre el Open Access:
  • Elimina el derecho de autor. FALSO. El Open Access implica publicar (o poner a disposición) materiales y artículos mediante licencias de tipo Creative Commons, pero ni mucho menos pretende modificar aspectos morales del derecho de autor (al menos en algunos países sería ilegal) tales como la autoria o atribución de la paternidad de la obra.
  • Impide a los editores financiar su actividad. FALSO. El Open Access implica una vía de acceso gratuita y libre a los contenidos, pero no impide a las empresas u organismos editores obtener ingresos con los que pagar a sus empleados e, incluso obtener beneficios legítimos con diversos modelos de negocio (y sí, yo también adoro cobrar a fin de mes).
  • Obliga a pagar a los autores para poder publicar. Aunque también es FALSO, al menos tiene más base que las dos anteriores. Todo viene de que una de las vías de financiación de la actividad editora es el denominado APC, por las siglas de Article Processing Charge. Implica que el coste de procesamiento y edición de los artículos, si las revistas se publican en abierto y gratis, tiene que ir a cargo de alguien (“no existen los almuerzos gratis”, dicen los economistas). Parece lógico que este alguien sean los autores del artículo, quienes a su vez van ser los más beneficiados por la publicación (acreditaciones, sexenios, etc.). Pero que vaya a cargo teóricamente de los autores no significa ni que sea la vía obligatoria de financiación del Open Access ni que los gastos lo ponga el autor de su bolsillo. La realidad es que los costes del APC suelen ir a cargo de proyectos de investigación, que a su vez, se financian con dinero público. ¿Quién paga entonces? Pues pagan todos y cada uno de los contribuyentes con sus impuestos, y no (necesariamente) el autor. Además, hay otras vías de financiación: como el patrocinio, los subsidios, las suscripciones institucionales, los consorcios de usuarios o la publicidad, sin mencionar la vía que consiste en el auto archivo de artículos en repositorios con o sin embargo previo.
Los problemas reales del APC, que los hay, pueden ser otros. Vamos a examinar dos muy sensibles:
  • La existencia de los predatory publishers. Se denominan así porque solo buscan obtener ingresos a costa del APC, sin implantar un verdadero sistema de peer review ni ningún control de calidad. Las víctimas son los autores incautos, desesperados por publicar. Hay una lista de editoriales sospechosas de ser “predatory” y se puede consultar aquí.
  • La carencia de fondos en países con bajo o nulo presupuesto público para la investigación científica. Es evidente que en países donde no existan programas estatales de investigación para financiar los APC, sus investigadores no van a disponer de fondos con los que afrontar ese gasto. Es verdad que en esos países, posiblemente tampoco tengan políticas educativas publicas que permitan igualdad de oportunidades para acceder a la educación, así que el problema es aún mayor. De hecho, es un problema enorme y debería ser intolerable, pero no parece entonces que debamos culpar al Open Access. Al menos,  gracias a él en esos países tienen acceso al conocimiento de las publicaciones que se acogen a este régimen, a coste cero.
2. Hábitos de autores y editores

Otra gran conferencia, esta vez a cargo del Dr. Félix de Moya, del CSIC, consistió en una precisa (y preciosa) radiografía de los hábitos tanto de autores como de editores de revistas académicas de comunicación españolas. Como tuve oportunidad de decirle al propio conferenciante, con su análisis nos había mostrado cosas que hacemos mal, y por tanto nos está mostrando qué cosas hemos de mejorar. La buena noticia es que publicamos mucho más que hace solo una década; por lo tanto en esto hemos mejorado mucho (¿lo dudaban?), pero lo cierto es que a la vez publicamos poco:

  • En colaboración. En las ciencias maduras, las publicaciones de un solo autor son casi una rareza. En el campo de la Comunicación todavía es habitual
  • En colaboración con otras universidades. Cuando publicamos en colaboración, solemos hacerlo con colegas de nuestra misma universidad.
  • En colaboración con universidades de otros países. Aquí las cifras se arrastran por el suelo. Además de que publicamos poco en colaboración con otras universidades casi nunca publicamos con autores de otros países
  • En publicaciones internacionales. El grueso de nuestra producción en forma de artículos en revistas ISI o Scopus se mantiene en revistas españolas de ámbito regional, puesto que publican en español (sin embargo, una revista puede ser española e internacional a la vez, por supuesto).
Así que el camino que el análsis del Dr. de Moya muestra consiste en que como autores hemos de:
  • Buscar formas de publicar en colaboración: ¡nunca más envies un artículo con tu firma en solitario! Por si acaso, recordemos aquí las normas del COPE sobre las buenas prácticas y los aspectos éticos en las autorías.
  • Buscar formas de publicar con autores de otras universidades, y a poder ser, de universidades de otros países; así que, algunas cosas que se me ocurren de momento: (1) ¡a bucear en las bases de datos y contactar con autores estranjeros que publiquen en nuestros temas y a proponerles colaboración! (2) Aprovechar los congresos internacionales para hacer networking. (3) Utilizar las redes sociales académicas para dar difusión a nuestros trabajos y explorar vías de colaboración con autores internacionales.
Los editores de revistas españolas de Comunicación también tienen algunas cosas que mejorar. Si quieren dejar de ser consideras publicaciones regionales por parte de las grandes bases de datos ISI y Scopus y de sus usuarios, así como subir sus índices de ímpacto, parece que deberían:
  • Publicar en inglés. Puede ser la lengua única o pueden publicar en inglés y en una segunda lengua nacional, por ejemplo en castellano, francés, vasco, portugués o catalán. Pero el inglés siempre debe estar presente. ¿Puede estar presente como en una publicación bilingüe o es suficiente que algunos trabajos se publiquen en inglés? No estoy seguro, pero probablemente las opciones ganadoras son: o como opción bilingüe (o multilingüe) o como única lengua. Publicar de forma combinada en varias lenguas (cada trabajo en una lengua) y entre ellas, publicar alguna vez en inglés, mejora las cosas, pero seguramente no es la opción ideal.
  • Internacionalizar su cuerpo editorial. Al menos dos terceras partes del cuerpo editorial deben ser externos a la organización que publica la revista, y la mayoría de esos dos tercios debería ser autores de universidades u organizaciones de otros países.
  • Establecer políticas editoriales que favorezcan los artículos escritos en colaboración con autores de distintas universidades, y a poder ser de diversos países. Favorecer no quiere decir limitar. Pueden (y deben) publicar artículos con autores de la misma universidad, ya que de los contrario podrían verse obligados a rechazar trabajos independientemente de su calidad, y esto sería absurdo. Favorecer significa, por ejemplo, decirlo así en su política de contenidos y aplicar ese criterio en situaciones donde, a igualdad de otros factores, este sea un criterio que ayude a decidir, o filtrar o “rankear” artículos cuando tengan un exceso de ofertas.
Otros aspectos en lo que, como autores, somos absolutamente contradictorios es cuando, en las pocas veces que publicamos en revistas internacionales, citamos a autores de la otra punta del planeta y se nos olvida citar a los autores de las mismas revistas españolas en las que nosotros hemos publicado antes. Además de publicar poco fuera, resulta que cuando tenemos oportunidad, nos pegamos un tiro en el pie cerrando aún más la posibilidad de que las publicaciones españolas aumenten su factor de impacto. Absurdo y bobo a partes iguales.

3. Evaluación de la ciencia

Esta es breve. Vuelvo con la conferencia del gran de Moya. Con su presentación, nos demostró (indirectamente) que algunos rectorados  y algunas agencias de calidad universitarias viven (al menos en algunas cosas) en el siglo XIX. Se pueden hacer análisis extremadamente inteligentes y con una altísima capacidad orientadora (y predictora) sin crujir a los profesores de universidad a base de la enémisa autoevaluación explicando, OTRA VEZ, lo que ya está disponible en las bases de datos a las que tienen perfecto acceso. En el siglo del big data, seguir pidiendo a los investigadores que rellenen a mano formularios interminables, introduciendo los mismos datos una y otra vez es como mandar un mensaje en diligencia de caballlos en la era del correo electrónico. Pero en fin, ya he avisado que este artículo iba a tener sesgos muy claros. Y puede que este sea uno indudable, más que una visión objetiva.

Autor: Lluís Codinaa
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Fuente: <http://www.lluiscodina.com/>

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