9 de febrero de 2016

La gestión editorial de revistas científicas hoy. La internacionalización de la comunicación científica

Especialmente durante los últimos lustros, los modelos de gestión editorial de revistas científicas se han modificado sustancialmente. Los avances técnicos ofrecen mayores y más amplias posibilidades de comunicación, al tiempo que reducen los costes de edición y distribución de las publicaciones, así como los tiempos de espera para poder acceder a las mismas. Esto mismo ha propiciado la aparición de nuevos y variados proyectos editoriales, que ya no están sujetos obligatoriamente a los rigores que imponen los costes de impresión y distribución en papel. Las distintas agencias de evaluación de la calidad editorial, por su parte, han precisado e incrementado sus exigencias, elaborando guías de buenas prácticas. Al mismo tiempo, se ha ido generando la necesidad de valorar la popularidad de las revistas, para lo cual se han establecido los rankings, que son tenidos en consideración para la evaluación y promoción de investigadores y docentes universitarios. Todo lo cual, entre otras cosas, ha dado lugar a lo que se denomina profesionalización de la gestión editorial de revistas científicas.

La Educación no ha quedado al margen de esta tendencia. Y los equipos editoriales, por tanto, deben ajustar más y mejor el proyecto científico que subyace en la revistas, buscar estrategias para la catalogación, indexación y popularización de las mismas que requieren otras habilidades técnicas y publicitarias, así como adaptarse a los estándares internacionales de buenas prácticas de gestión de publicaciones periódicas de índole científica. Así pues, las revistas especializadas en esta rama de la Ciencia se ven enfrentadas a algunos retos de gran calado y trascendencia, que tocan, en algunos casos, aspectos íntimos y fundamentales de los proyectos editoriales y que poco o nada difieren a los que tienen por delante toda publicación enmarcada en las Ciencias Sociales y Humanidades: ¿cómo influyen los modelos de gestión editorial en las formas y estilos de producción científica?, ¿es posible respetar el sistema de arbitraje de doble ciego –requisito mínimo en los catálogos de buenas prácticas editoriales– y, al mismo tiempo, poner en práctica la política del “corte del editor”?, ¿qué papel pueden llegar a desempeñar los social media en la difusión de los avances, novedades y resultados de las revistas?, ¿están ajustadas las fórmulas de evaluación de la calidad editorial a las peculiaridades de la disciplina?, ¿es asimilable impact factor a calidad científica?, ¿qué política lingüística seguir?, ¿qué tipo de acceso a la información es el más aconsejable?, ¿qué vigencia tienen la ediciones en papel?, ¿qué peso debe tener la gestión editorial en los procesos de acreditación y evaluación de los investigadores?, ¿cuántas publicaciones es capaz de absorber la comunidad científica?, ¿para qué y a quién sirven las revistas científicas?, ¿tiene sentido publicar traducciones de artículos de especial interés o relevancia?, ¿por qué la internacionalización, qué implica esto y cómo puede enriquecer el proyecto editorial?

Este último aspecto, el de la internacionalización de las revistas, poco a poco, va teniendo más peso en la valoración de los proyectos editoriales, hasta el punto de que, en algunos casos, se convierte en un criterio básico para su indexación y favorable calificación, particularmente cuando se trata de agencias internacionales. Generalmente, se pide que: los contenidos publicados sean relevantes para algún sector importante de la comunidad científica internacional; cierta presencia y visibilidad de la revista en ésta; una considerable diversidad geopolítica de temas y autores, lectores, miembros del equipo editorial y del comité científico; y el título, resumen y palabras clave en inglés. Y se advierte, por otro lado, que la inclusión o no de la palabra “internacional” en el título de la revista no influye en absoluto en que esta sea efectivamente considerada como tal.

Pero la internacionalización también responde a una idea básica del quehacer científico, como es la comunicación y el intercambio de ideas, avances, criterios y pareceres entre investigadores y pensadores de distintas latitudes, con marcas culturales y trayectorias personales diversas, que determinan el prisma bajo el que enfocar el problema que motiva la indagación y enriquecen las perspectivas de la realidad, rica, variada y dinámica. Tal práctica es especialmente enriquecedora para las Ciencias Sociales y Humanas, pero, por eso mismo, también más compleja. El primer problema, que afecta directamente a los medios de comunicación científica, es que, a pesar del creciente peso del inglés, no existe una lengua franca; a diferencia de las Ciencias Exactas y Experimentales, en las Humanas y Sociales el sentido y el significado preciso de las palabras, así como la carga cultural de las expresiones -y de los temas-, es determinante en el proceso hermenéutico.

La política lingüística –monolingüismo / multilingüismo– adoptada por las revistas puede ser un factor clave para su proyección internacional, dependiendo de cómo se logre gestionar. Es, asimismo, una decisión de especial trascendencia, pues afecta a otros elementos de la gestión y a las señas de identidad del proyecto editorial. Se opte por una política u otra, habrán de afrontarse algunos retos para cumplir con la exigencia de internacionalización. En primer lugar, se precisa de un cambio de enfoque en la definición del proyecto editorial, por un lado, delimitando el tipo de trabajos que serán objeto de evaluación y aquellos que, por su planteamiento o temática, quedarán directamente excluidos, y, por otro lado, afrontando los monográficos con mayor amplitud y proponiendo cuestiones de interés para la comunidad científica internacional. En segundo término, consecuencia de esto último, aumentan las exigencias del trabajo desarrollado por los equipos editoriales, incluidos los comités científicos o asesores –que, forzosamente, habrán de ir cobrando un mayor protagonismo–, pues, por un lado, las redes de colaboración y las tareas de difusión han de incrementarse y, especialmente, ampliarse espacial y culturalmente; por otro lado, supone un reto intelectual y organizativo para los editores de las revistas, ya que la labor de buscar y encontrar coordinadores de monográficos y revisores externos especialistas en la materia se hace considerablemente más compleja, aunque también más interesante.

Por su parte, las revistas que se decantan por un proyecto editorial multilingüe deben hacer frente a algunos otros inconvenientes adicionales. En primer término, la gestión de la revisión externa de los artículos cobra una nueva dimensión, pues los evaluadores, además de expertos en la materia, deben conocer suficientemente bien el idioma. Asimismo, de igual modo ocurre con la corrección orto-tipográfica y la edición y composición técnica de cada texto. Y en tercer lugar, las tareas de indexación y catalogación requieren más atención y cuidado, particularmente cuando se trata de incorporar a la edición electrónica los metadatos.

Como se puede observar, el coste temporal y energético de los equipos editoriales va aumentando progresivamente, pero el reconocimiento claro de estas tareas por parte de las agencias de evaluación del personal docente e investigador sigue sin llegar, y el panorama actual invita a pensar que esta tendencia continuará a medio plazo. Ante esta situación, es frecuente plantearse, como recientemente ha hecho Arturo Galán, Editor de Bordón. Revista de Pedagogía, la siguiente cuestión: “¿Editores o pringaos?”. Pero que creo no me equivocaré si añado que, pringaos o no, las personas que deciden libremente colaborar o liderar un proyecto editorial se mueven por otras motivaciones, que nada tienen que ver con el reconocimiento público o la rentabilidad en su CV. Tanta fatiga y laboriosidad, sin aparente beneficio material, ponen de manifiesto que los integrantes de los equipos editoriales tienen un claro compromiso con la comunidad científica y que apuestan por un estilo de trabajo más libre y responsable, sustentado en la comunicación, la colaboración y la cooperación.

Referencias

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Galán, A. (2015). ¿Editores o “pringaos”? Jugando la liga del factor de impacto. Aula Magna 2.0. [Blog, 18 de diciembre de 2015]. Recuperado de: http://cuedespyd.hypotheses.org/1007

Hernández Huerta, J. L. (2015). La gestión editorial de revistas científicas hoy. La revisión externa de originales y el “corte del editor”. Aula Magna 2.0. [Blog, 5 de noviembre de 2015]. Recuperado de: http://cuedespyd.hypotheses.org/739

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Hernández Huerta, J. L., Cagnolati, A., & Diestro Fernández, A. (Eds.). (2015). Connecting History of Education. Scientific Journals as International Tools for a Global World. Salamanca: FahrenHouse.

Ruiz-Corbella, M., Galán, A., & Diestro, A. (2014). Las revistas científicas de Educación en España: evolución y perspectivas de futuro. RELIEVE, 20(2), s/p. doi: 10.7203/relieve.20.2.4361

Sobe, N. W. (2015). La educación comparada y el estudio de los sistemas de rendición de cuentas en educación. In G. Ruiz & F. Acosta (Eds.), Repensando la educación comparada: lecturas desde Iberoamérica. Entre los viajeros del siglo XIX y la gobalización (pp. 167-181). Barcelona: Octaedro.

Autor: José Luis Hernández Huerta 
Email: <jlhuerta@flfc.ua.es>
Fuente: <http://cuedespyd.hypotheses.org/>

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