
Para publicar un libro ya no es necesaria una editorial. Para editar (bien) un libro es recomendable recurrir a un editor –entre otros profesionales–, aunque si el autor tiene los arrestos y la temeridad necesarios puede decidir autoeditarse y hacerlo mal; ojo, no dudo que sea buen editor del libro de otro, de lo que podemos estar seguros es que el autor es el peor editor de sí mismo. Eso es algo que sabe cualquiera que escriba un blog.
Hace un lustro pocos autores autopublicaban su obra y todavía menos la editaban. Solían autoeditarla. Esta situación parece estar cambiando; aunque no disponemos de datos fiables tanto los testimonios de algunos autores como los de profesionales independientes parecen indicar que los autores son cada vez más conscientes que autopublicar no implica autoeditar.
Autoeditarse es como peinarse sin espejo y una editorial es como una peluquería. El problema llega cuando los autores dejan de confiar en las editoriales pero siguen confiando en los editores, es decir, ya no van a la cadena de peluquerías a que les hagan el peinado de moda, piden que el peluquero se pase por su casa. Todo esto parece un poco patillero –nunca mejor dicho– pero se basa en dos tendencias:
Autores que han hecho el viaje de ida y vuelta: Mercedes Pinto es una escritora que empezó autopublicando en Amazon, luego firmó con dos editoriales y más tarde volvió a autopublicarse sus propias obras. Dispone de un blog muy interesante en el que publicó un artículo titulado ‘Captados en Amazon, esclavos de la pluma’ en el que expone su decepción tras el paso por las dos editoriales mencionadas. La escritora nos cuenta que recurrió a Amazon cuando no encontró editorial que la publicara. En un año consiguió:
- Tener dos títulos entre los 10 más vendidos de España, Alemania, Francia e Inglaterra […].
- Cientos de reseñas y comentarios positivos en la red […].
- 10.000 lectores que pagaron por mis libros […].
- Una media de 500€ mensuales […].
- Control absoluto sobre mis obras: la posibilidad de corregir erratas, rebajar precios, poner gratis alguna de mis novelas en determinadas fechas… Y, sobre todo, tener conocimiento absoluto de todos los datos de ventas y posición en las listas, al instante.
Fue entonces cuando se pusieron en contacto conmigo dos grandes editoriales. La una se quedó por 7 años con los derechos de los cuatro libros que ya tenía en Amazon. Y la otra con los derechos de una novela inédita.
Podéis imaginaros mi alegría, ¡dos de las grandes!, mis libros con los mejores sellos editoriales y, además, hacía tiempo que había conseguido agente literario. ¡Lo más! La envidia de miles de escritores.
Pues no. Así resume Mercedes Pinto su experiencia al cabo de un año de firmar con ambas editoriales:
- Tener todos mis libros fuera, no del Top 100, no, del Top 1.000.
- No más de treinta reseñas y comentarios positivos, ni el 5% de lo que conseguía sola (cosa lógica, habían desaparecido de las listas y escaparates, todo mi esfuerzo se había perdido).
- A la editorial que me dio el adelanto de 2.000€, […] como mis royalties EN UN AÑO han sido de 150€, le debo 1.850. Atentos a la jugada, que esto tiene su aquel: recibo 1.400 y después de un año debo 1.850, quiero decir, no recibiré ni un euro de las ganancias hasta que no supere esta cifra. Y, lo mejor de todo, dudo mucho que a este paso pueda saldar la deuda en los seis años de contrato que restan.
- Cero control de mis obras y beneficios […].
- Han publicado una de mis novelas en papel y está muy bien distribuida, pero de esto solo ha pasado un mes y no podré contar qué pasa con las ventas y royalties hasta el año que viene por estas fechas.
Por otro lado es imposible que una gran editorial, con su estructura y escalado de costes, pueda dedicar el esfuerzo necesario para promocionar con solvencia la obra de Mercedes y a la vez la de cincuenta o cien autores más. Mercedes trabaja el 100% para Mercedes. La editorial apenas dedicará a la escritora el 5% del esfuerzo promocional y comercial, eso siendo muy optimistas.
Los problemas –para la editorial– no terminan ahí; la escritora cambiaba sus precios a placer en Amazon. En papel eso es imposible. Hoy, firmar con una editorial y publicar en papel implica que el autor queda sujeto a un precio fijo que será inevitablemente alto en comparación con el precio de autopublicación en Amazon. Si se autopublica… bueno, se puede ser más creativo incluso vendiendo en papel.
Si Mercedes Pinto firmó con esas editoriales fue por el reconocimiento que suponía pero también por otra razón:
[…] lo que verdaderamente me empujó a firmar fue el convencimiento de que al estar apoyada por editoriales de renombre podría dejar la promoción y dedicarme a escribir. ¡Error! No me promocionan en absoluto y no me apoyan en ninguna de mis iniciativas. Jamás he invertido tanto tiempo en publicidad como ahora. Hasta tal punto me ignoran que en la presentación en Madrid de “Maldita”, estando a un paso de las oficinas, ni siquiera hicieron acto de presencia, además de cero apoyo económico, ni el triste cartel que me prometieron; el evento me costó 650€.Para esta escritora firmar con una editorial no supuso acelerar su profesionalización, al contrario. Cedió todo lo cedible a las editoriales y éstas, a cambio, le devolvieron muy poco. Para ella fue peor trabajar con una editorial que con Amazon. Eso debería invitar a reflexionar a más de uno.
Autores que nunca harán el viaje de ida: algunos autores de nicho, como los técnicos, empresariales o de autoayuda, no han publicado nunca con una editorial y nunca lo harán. Hasta hace poco editar un libro en ciertos sellos daba prestigio al autor; éste no trabajaba con la editorial por dinero, sino por relevancia y visibilidad. Incluso esto está cambiando: ya se dan casos de editoriales que reciben negativas de autores que se están autopublicando. De nada sirve el prestigio, la relevancia o el incentivo en forma de sustancioso adelanto. Esos autores han conseguido que cada uno de sus libros se venda por millares alcanzando rentabilidades por ejemplar –hablamos de más del 50%– que ninguna editorial conseguirá jamás, al menos con la actual cadena de valor.
Estos autores no son tontos. Entienden que pueden prescindir de una editorial, pero cada vez tienen más claro, por experiencia, que necesitan editores, correctores, diseñadores gráficos, fotógrafos, entre otros profesionales. Los autores están aprendiendo que el conocimiento de la editorial está al alcance de la mano, que es cuestión de buscar buenos profesionales y que estos, a causa de la cicatera política de las editoriales, nunca han estado tan baratos. Bienvenidos a la edición con editores pero sin editoriales.
Fuente: <http://scriptaverba.wordpress.com/>
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