13 de mayo de 2016

¿Tienen sentido las palabras clave de los artículos científicos?

Elegir entre “aprendizaje electrónico”, “aprendizaje digital” o “aprendizaje virtual” como palabra clave para un artículo científico puede resultar un dilema para un investigador que no conozca la gestión de un tesauro con el cual debe normalizar las palabras clave de su contribución. De momento, la selección de descriptores con mayor o menor acierto es una exigencia que las revistas científicas hacen a sus autores y éstos los consideran un trámite más en la preparación del envío de un artículo. En la actualidad, con la posibilidad de buscar los artículos por texto completo, ¿resulta útil seguir considerándolas?

La normativa de publicación de casi cualquier revista científica española recoge entre sus requisitos que los autores de los artículos proporcionen, junto al resumen del mismo, un número determinado de palabras clave. Como ejemplo podemos tomar las indicaciones de la Revista de Docencia Universitaria, que piden a sus autores que a continuación del resumen incluyan de 6 a 8 descriptores, recomendándose la utilización del Tesauro de la UNESCO como referencia para seleccionarlos. La primera duda que me surge es si los autores de áreas temáticas distintas de biblioteconomía y documentación van a saber utilizar una fuente ciertamente compleja como un tesauro para producir adecuadamente la cantidad de palabras clave que se les exige.

En mi opinión, forjada en parte mediante la colaboración como técnico de apoyo en la realización de varios estudios bibliométricos (López, Vázquez, Román, 2015; López, Vázquez, Sarasola, 2015; Vázquez, López, Cobos, 2014), la mayoría de los autores proporciona las palabras clave como un mero trámite sin utilizar ningún tipo de tesauro ni lenguaje documental normalizado, yendo un poco a ciegas. Un profesor de ciencias de la educación o de matemáticas no tiene por qué saber normalizar términos con la pericia de un documentalista. Igualmente podría argumentarse sobre la creación del resumen de los artículos, puesto que no en todos los casos se encuentran textos que sean verdaderamente útiles para comprender el sentido y alcance de la publicación sin ni siquiera llegar a leerla. Es decir, no cumple el papel de ahorrar tiempo y esfuerzo al investigador para decidir si lo incluye o no en su bibliografía. Por ejemplo, en los artículos de ciencias sociales a veces no se incluye la designación de la metodología utilizada, información que muchas veces queda para la intuición. Además, te encuentras desde resúmenes muy difusos o que repiten las mismas palabras que en el epígrafe de introducción hasta otros como los elaborados en la revista Adicciones que, por su nivel de detalle, se encuentran en las antípodas de lo que según mi experiencia se suele proporcionar.

Continuando con las palabras clave, como me indicaba recientemente Jorge Serrano-Cobos, con la búsqueda a texto completo implantada en la mayoría de sistemas y bases de datos que indexan los artículos, las palabras clave resultan “un mero trámite, un residuo de otros tiempos”, que incluso un buscador tan principal como Google ha decido obviar (Serrano-Cobos, 2015, p. 103). Por tanto, ¿por qué seguimos pidiendo una información que no tiene mucho sentido en la actualidad, con muchas posibilidades de ser expresada sin normalización, y a personas que saben de la materia de su artículo, pero que no tienen por qué conocer el uso correcto de un lenguaje normalizado de materias?

Si las palabras clave tal y como se vienen disponiendo son verdaderamente útiles, de lo cual dudo como expreso en el párrafo anterior, ¿no sería más apropiado que fueran elaboradas por la propia revista una vez elegidos los textos que finalmente se van a publicar? En concreto, pienso que tendrían que llevar a cabo este trabajo aquellos miembros del consejo de redacción que figuran como editores y que como tal tendrían que tener conocimientos suficientes para que los artículos fueran publicados conforme a la normativa expresada en la revista. Aunque la realidad es que, a veces, el puesto de editor se corresponde con una designación honorífica o prestigiosa para docentes e investigadores, en lugar de personas versadas en la aplicación de tesauros y en la edición profesional de textos científicos.

Una revista que parece un buen modelo a seguir es BID: textos universitaris de biblioteconomia i documentació. Tiene varios aspectos positivos según lo comentado en líneas superiores. En sus instrucciones para autores únicamente piden el resumen del texto, en el que el autor deberá incluir información relativa a objetivos, metodología y resultados, de manera que en sí mismo ya resulta bastante útil para descartar o emplear un artículo en un trabajo de investigación sin ni siquiera llegar a leer el propio artículo. En lo que respecta a las palabras clave, no se exige a los autores la elaboración de las mismas, sino que la propia revista incluye un enlace en cada artículo de los metadatos realizados con Dublin Core por el portal Temaria, especializado en la indexación de revistas de biblioteconomía y documentación. Entre ellos aparece el elemento subject, que permite describir el documento por temática o materias a partir de descriptores normalizados provenientes del tesauro de biblioteconomía y documentación elaborado por el CINDOC.

Creo que el modo de proceder de la revista BID y de otras tantas publicaciones científicas, que están registrando de forma normalizada los metadatos de los artículos, es la tendencia hacia la que tienen que comenzar a caminar las publicaciones científicas en los próximos años. Primero para evitar que los autores de los artículos tengan que elaborar un contenido que ya no tiene demasiada validez en la era de la publicación digital y para el que no están preparados (ya tienen bastante con producir el propio artículo) y, segundo, dado que ni siquiera aporta valor a las publicaciones tal y como se venían produciendo, esta responsabilidad podría asumirse desde los consejos editoriales por especialistas que afinn los términos clave y evitn errores relacionados con la polisemia, la sinonimia y la falta de precisión, e incluso que realicen una catalogación especializada de los contenidos que aumente su visibilidad web y abra la puerta a métricas menos convencionales (Mas-Bleda y Aguillo, 2015).

Para saber más:  

López, E.; Vázquez, E.; Román, P. (2015). “Análisis e implicaciones del impacto del movimiento MOOC en la comunidad científica: JCR y Scopus (2010-13)” [Analysis and Implications of the Impact of MOOC Movement in the Scientific Community: JCR and Scopus (2010-13)]. Comunicar, 44, 73-80.

López Meneses, E.; Vázquez-Cano, E.; Sarasola, J.L. (2015). “Estudio Bibliométrico Pixel-Bit. Revista de Medios y Educación (2000-2013)”. Pixel-Bit. Revista de Medios y Educación, 46, 65-85.

Mas-Bleda, A.; Aguillo, I. F. (2015). La web social como nuevo medio de comunicación y de evaluación científica. Barcelona: Editorial UOC (El Profesional de la Información, 2). 206 p. ISBN: 978-849064-922-0.

Serrano-Cobos, J. (2015). SEO. Introducción a la disciplina del posicionamiento en buscadores. Barcelona: Editorial UOC (El Profesional de la Información, 3). 200 p. ISBN: 978-84-9064-956-5.

Vázquez-Cano, E.; López Meneses, E.; Cobos Sánchiz, D. (2014). “Estudio Bibliométrico de Profesorado”. Revista de Currículum y formación del profesorado (1997-2013). Revista de Currículum y formación del profesorado, vol. 18, n.o 3, p. 191-212.

Autor: Adrián Macías-Alegre
Twitter: <@amaciasalegre>
Fuente: <http://comein.uoc.edu/>

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